Que la Navidad genera desacuerdos y tensiones en el ámbito familiar es obvio, pero que esos problemas acaben desembocando en conflictos que hay que resolver a través de la mediación, quizás no resultaba tan evidente. Pues es así. Resulta que un 60% de los conflictos navideños son el germen para entrar en un procedimiento de mediación. ¿Cómo? Muy sencillo: acumulamos estrés, desacuerdos, nos obligamos a hacer mas cosas, sucumbimos a las tradiciones, y coincidimos con personas que quizás no nos apetece tanto ver, entrando en un escenario de situaciones incómodas, fuente de disputas personales y familiares. Los compromisos familiares van ligados a esta sensación de obligación o “tener que” y esto dificulta que los distintos miembros de un familia se relacionen de una manera auténtica y espontánea.
Esa falta de gestión de tiempo y emociones es el desencadenante que hace que conflictos dormidos salten.
Entonces, ¿aumentan o disminuyen los conflictos familiares en Navidad? Pues no hay una respuesta absoluta, ya que depende, y mucho, del estilo comunicativo de cada familia. Pensemos que malentendidos y disputas pueden existir en todos los contextos, incluidos en el familiar. No podemos llevarnos bien con todo el mundo, existen personas con las que tenemos más afinidad y mayor grado de acuerdo que con otras.
Principales conflictos en Navidad
- Estrés por cumplir con obligaciones familiares. Es el momento en el que desacuerdos dormidos salgan a la luz: por ejemplo, quién organiza qué, y dónde. Si hay ganas de hacerlo o se hace por obligación. En parejas pasar el tiempo con la familia política es el principal foco de conflicto previo a la Navidad, y que acaba en amagos de separaciones; y que requieren de un proceso de mediación para recuperar el foco y el entendimiento.
- Falta de equidad en la Compra de regalos: cuánto dinero gastar y en qué. Parece algo sencillo de planificar pero para nada lo es: invertir más de lo que se debe por la tradición de hacer regalos, desajustando el presupuesto familiar es otro de los conflictos que más necesitan mediación. No solo porque no haya ajuste de presupuesto, sino porque se hace balance de la dedicación de una u otra persona en la costa. También se mira con retrospectiva lo que se recibe y lo que se da. Esto puede generar malestar, además de sacar emociones distintas cómo rencor, celos, incomprensión… Hay que tratar de buscar un consenso y un equilibrio a través de la mediación.
- ¿De verdad tenemos que ir? Está quien lleva la Navidad en vena y quien emocionalmente no la soporta; quien desea vivirla en familia y quien opta por viajar lejos y solos… Si se vive en pareja con estas diferencias es importante llegar a un acuerdo previo, que satisfaga a ambos. Por ejemplo, que cada año elija uno la manera de pasar las fiestas, siendo respetado por el otro. Es uno de los conflictos más tratados.
- ¿Dónde los celebramos? ¿En tu casa o en la mía? ¿En casa o fuera? La falta de acuerdo sobre dónde y cómo va a ser el encuentro familiar puede ser la chispa que encienda la mecha. En cierto modo llegar a un acuerdo sobre los preparativos (lugar de celebración, platos a preparar…) juega un papel esencial para evitar los conflictos familiares. En este caso, la mediación es previa. Pero los casos de mediación posterior, a consecuencia de la carga y el peso emocional que genera esta situación, es cada vez mayor.
- Acuerdos sobre los hijos. Y llegamos a los padres separados… En principio, si está estipulado en el convenio no debe haber problemas pero si que hay situaciones en los que se requiere la mediación. Por ejemplo, cuando se busca cierta flexibilidad o necesidad de intercambiar días claves para que coincida con otros miembros de la familia de uno de los progenitores. Aquí sí que se puede y debe recurrir a un proceso de mediación, si entre ellos no son capaces de llegar a un acuerdo o uno de ellos quiere limitarse a lo preestablecido.
- Visitas con ex parejas. Y cuando entra en juego la pareja de tu ex, entonces se amplia el foco de conflictos. En especial cuando hay desavenencias y el hijo de ambos debe pasar parte de las fiestas con el progenitor y su pareja. Llegar a acuerdos es súper necesario.
- Temas no cerrados. Cuidado con las conversaciones en Navidad que las carga el Diablo… Si hay temas peliagudos relacionados con situaciones controvertidas o del pasado pueden poner a algún miembro de la familia o amigos en la palestra. Esto suele ser el desencadenante de conflictos más graves que puedan acabar en mediación.
- Resolver disputas familiares. Igual sucede con los temas no cerrados dentro de una familia: despiertan resentimientos del pasado o problemas típicos como herencias, enfrentamientos entre hermanos, cuidado de familiares, etc. A veces, las familias no se reúnen al completo durante el resto del año, y es entonces cuando pueden surgir rencillas o conflictos que podemos anotar para resolverlas en otro momento, mediante una mediación familiar.
¿Sabéis cual es el punto de conexión entre todos estos temas? La falta de diálogo. Nos cuesta hablar, llegar a acuerdos y poner perspectiva, por eso acumulamos temas sin cerrar y desavenencias y las almacenamos hasta que la Navidad nos obliga a hacerles frente.
Acuerdos a los que se puede llegar:
Acudir a mediación hace que las partes se comprendan la una a la otra, más allá de las palabras que se han podido decir inducidas por emociones de dolor, rabia, indignación, etc. Cuando esto ocurre, ya se está preparado para abordar el problema de fondo y encontrar soluciones que convengan a todos. Se trata de obtener la máxima información posible del conflicto, su origen y sus consecuencias para cada uno de los miembros de la familia. Buscar soluciones entre todos y consensuar la más adecuada.